Volteo
las páginas de mi vida
y
rabio por considerarlas un libro.
¿Dónde
han quedado las rodadas,
las
tabernas, los besos,
los
arañazos en la espalda
del
placer desproporcionado?
Que todo eso se borra me dices,
riéndote, que si no es la lluvia,
son
los cierres echados, los adioses,
la
buena piel y su cicatriz,
y
si es así de qué me sirve un libro
o
la memoria, de qué una imagen
guardada, un colgante, un huella,
la
herencia de mil relojes sonrientes
o
malhumorados.
No
voy a voltear las páginas de mi vida,
no
vuelvas a pedírmelo.
Yo
soy ahora esto que ves sin memoria,
un
abrazo abierto siempre,
una
mente dislocada a la que no le gustan las rectas
y
una forma de amar sencilla.
Nená de la Torriente