Era
cómodo encerrarme en mi nuez
y
salir sólo cuando me apetecía,
pero
no pensaba en mí.
Me
dolía enfrentarme a mi interior
teniendo como testigo a otro,
pero
no pensé en mí.
Era
costoso buscar el modo, la mirada
pertinaz
y angustiosa,
el
gesto interrogante y nada grato
de una vuelta de hoja aún presente,
de una vuelta de hoja aún presente,
pero
no pensaba en mí.
Si
me daban, agradecía.
No sopesaba,
no
estimaba la ganancia en tamaño,
peso
o volumen,
ya no
estaba pensando en mí.
Cuando
deseaba el silencio más absoluto
me
requerían las voces que tanto quería,
y
me brindaba sin dudarlo,
porque
no pensaba en mí.
Buscaba
un refugio íntimo, una coraza,
un
limbo, pero la vida siempre reclama
y
yo nunca he pensado en mí.
Cuando
daba me preguntaban
'¿sólo
esto?'
y me esforzaba en darlo todo
o
mucho más que eso,
sin hacer acopio
de
mis fuerzas,
porque
jamás me consentí tener tiempo
para pensar en mí.
Nená de la Torriente