Ensimismado
al borde de la anarquía
de
oblicuos recuerdos,
sólo
quiere saber su nombre y adónde
pertenece,
pero
esto es lo menos valioso en este mundo
de
metáforas inestables, y
de
países de frágiles fronteras.
¿Cómo
decirle qué venga, que tengo un plato
de
sopa que dará calor a sus manos?
¿Cómo, que un vaso de vino le espera?
¿Cómo, que hay un lecho limpio y una sala
pequeña
donde sólo él podrá estar a solas,
un
huerto de errores con hojas desechables,
y
un humano al otro lado de la
puerta?
Tardará
en darse cuenta de lo que es meritorio
en
este mundo,
y
me temo que dará vueltas y más vueltas.
Nená
de la Torriente