viernes, 9 de agosto de 2013

-Nuestra tierra, nuestro país-

No sé cuando perdimos el poder, 
en qué momento,  cuál fue la señal 
o el silbato. 
Este país le hicimos nosotros, 
le parieron las hijas de las modistas, 
los taxistas,  los barrenderos,  los estudiantes
y sus locuras en los bajos de todas 
las Plazas Mayores. 
Los profesores y los médicos,  las limpiadoras, 
las amas de casa y aquellos benditos serenos 
que daban voz en la noche. 
Esta tierra era nuestra,  entera,  levantada desde 
su tumba de malos recuerdos, 
como se acuna un bebé desnutrido 
sin mirar hacia otro lado. 
Y ahora ¿cuántos son? ¿Quiénes se creen 
sus legítimos herederos? 
Un puñado de trajes huecos.
Nos sentamos en el sofá,  otros en las aceras 
desahuciados por los legítimos-ilegítimos, 
y les escuchamos hablar y mentirnos 
con la naturalidad de los actores, 
una y otra vez, 
como quien repite curso, 
y perdemos el estómago por no entender 
qué ha pasado,  cuándo nos quitaron el poder de 
todo ésto que era nuestro. 




Nená de la Torriente