La
llamaban vaga,
vaga
de día, vaga de noche,
la
dulce vaga.
Se
entretenía, y en su risa
podían
contarse todas
sus
lágrimas.
¡Ay, la inclemente vaga!
Soñaba,
que
podía vivir soñando
toda
la vida,
porque
la vida va tan deprisa
como
lo que lleva una cabezada.
Y
gritaba la vagabunda
sin
que nadie la escuchara.
¡Eh, vaga!
Vaga
de noche, vaga de día,
la
charlatana,
la
complacida,
esa
vagabunda siempre nostálgica.
Nená de la Torriente