Con el rasgar de
las cuerdas
recuerdo mi
nombre,
apenas unos gramos
de peso
derrocados a la izquierda
de la cama
sin hacer ruido,
sin doctas ni
ampulosas palabras
y sin el apunte de
éste o de ese libro
tan soberbio
que eleva las
mareas y enaltece
aún más lo que brilla.
Reconozco que no
glorifico ningún apellido
ni me aprendo
reseñas de memoria,
la decepción sólo
se amontona
en esa estancia que no está escrita.
La poesía es como
la vida
pero con un traje
más tenorio,
el mismo pulso,
la misma voluntad,
el mismo privilegio.
Nená de la Torriente