lunes, 13 de octubre de 2014

a SOLAs
Negociamos con lo invisible. 

Frente al techo blanco sin divinidad 
nos recostamos, 
concedemos al silencio un sitial compartido, 
todo y nada puede engendrarse 
porque hasta la nada se engendra 
cuando perdemos la mirada 
en la claridad de lo no escrito. 
En ese espacio de techo 
con ausencia de curvas, 
busco la redondez del íntimo paisaje, 
la voz amiga, 
el jardín poblado que me invite al refugio 
o ese mar robado donde desaparecer. 
No hay noche que no me atrapen sus hilos 
pausados, perdidos sin ningún laberinto, 
el contacto con ese vacío tan lleno, 
el tiempo que se llena de palabras 
con el propio duelo, 
sola, 
a solas, 
con la ausencia amable del color. 



Nená de la Torriente