a SOLAs
Negociamos con lo
invisible.
Frente al techo
blanco sin divinidad
nos recostamos,
concedemos al
silencio un sitial compartido,
todo y nada puede
engendrarse
porque hasta la nada se engendra
cuando perdemos la
mirada
en la claridad de lo no escrito.
En ese espacio de
techo
con ausencia de
curvas,
busco la redondez
del íntimo paisaje,
la voz amiga,
el jardín poblado
que me invite al refugio
o ese mar robado
donde desaparecer.
No hay noche que
no me atrapen sus hilos
pausados, perdidos sin ningún laberinto,
el contacto con
ese vacío tan lleno,
el tiempo que se llena de palabras
con el propio
duelo,
sola,
a solas,
con la ausencia amable
del color.
Nená de la Torriente