jueves, 30 de octubre de 2014


Llámame por mi nombre 
y que la sombra me adelante, 
que construya pensamientos a solas 
donde no nos ensamble la luz. 
Sí,  llámame por mi nombre, 
ese con el que tú me retratas, 
me acaricias, me descifras, me detallas. 
Déjame llevarme de la mano
sin uniformes ni ceremonias.
Qué importa si cruzo la calle y me pierdo, 
si barrunta esta trenzada melena 
en lugar de mi mente. 
Qué importa que los días quieran pasar 
por mis dedos, 
si su única intención es aferrarme 
allí donde el espacio no se cuantifica. 
Anímame a vivirme 
en ese puñado de instantes 
que no precisen de academia, 
ni siquiera de aprestados métodos 
que no hayan oído hablar 
de mi fragilidad. 



Nená de la Torriente