domingo, 27 de octubre de 2013



Que el amor que roza no pase, 
que se instale en mis dominios 
pequeñitos,  entre esas hojas y 
los cestos de lavar la ropa,  y 
las cerillas de encender las velas, 
cada noche, 
siempre a horas distintas. 

Que se quede, 
que permanezca conmigo 
mucho rato,  que quiero ponerme 
bonita y sonreír lento,  y que me 
brillen los ojos sin haber bebido 
ni una sola copa. 


El amor que roza ha de esperarse, 
no correr en huida y pasar de lejos, 
como van los vientos siempre 
a la carrera, 
de rozar mejillas,  prenderlas en rojo 
para perderse inevitablemente
en la lontananza. 




Nená de la Torriente