domingo, 6 de octubre de 2013

Todo esto es absurdo, 
como este montón de cosas apiladas 
en la orilla,  y el de más allá, rotuladas
como importantes. 
Todo,  todo me sobra,  la colección de tonterías 
que no llenan más que gavetas 
y armarios ya viejos. 
Siempre quise ser carpintero, 
llenarme la boca de puntas, 
en una mano un martillo y crear ángulos 
perfectos. 
Después amé la gubia y sus posibles 
y erotizantes formas sobre la madera. 
Conocí el color,  el barro, 
la barbotina y la arcilla, 
Todo era gozo en la mano y en la boca 
del estómago. 
Pero cómo quedarse con las cosas, 
¿quién retiene y encierra los instantes de placer? 
La vida es un extraño teatro 
lleno de butacas. 
Unos miran el pobre espectáculo
 que a veces ofrece el escenario, 
otros,  a unos y  a otros buscándose 
entre la multitud. 
Algunos acarician su butaca como 
lo más preciado del mundo, 
y los menos intentan averiguar cómo entraron 
y cómo saldrán de él 
-que aunque no es mala cuestión, 
no les va a dar ninguna ventaja sobre el resto-. 
En este teatro estamos todos, 
cada uno con su butaca,  aunque no lo crea. 
Yo hoy divago desde la mía  
por la fiebre,  
tal vez mañana ya no tenga excusa.





Nená de la Torriente