Todo
esto es absurdo,
como
este montón de cosas apiladas
en
la orilla, y el de más allá, rotuladas
como
importantes.
Todo, todo me sobra, la colección de tonterías
que
no llenan más que gavetas
y
armarios ya viejos.
Siempre
quise ser carpintero,
llenarme
la boca de puntas,
en
una mano un martillo y crear ángulos
perfectos.
Después
amé la gubia y sus posibles
y
erotizantes formas sobre la madera.
Conocí
el color, el barro,
la
barbotina y la arcilla,
Todo
era gozo en la mano y en la boca
del
estómago.
Pero
cómo quedarse con las cosas,
¿quién
retiene y encierra los instantes de placer?
La
vida es un extraño teatro
lleno
de butacas.
Unos
miran el pobre espectáculo
que a veces ofrece el escenario,
otros,
a unos y a otros buscándose
entre
la multitud.
Algunos
acarician su butaca como
lo
más preciado del mundo,
y
los menos intentan averiguar cómo entraron
y
cómo saldrán de él
-que
aunque no es mala cuestión,
no
les va a dar ninguna ventaja sobre el resto-.
En
este teatro estamos todos,
cada
uno con su butaca, aunque no lo crea.
Yo
hoy divago desde la mía
por
la fiebre,
tal vez mañana ya no tenga excusa.
Nená de la Torriente