martes, 29 de octubre de 2013

-AYER-

Tenía una mirada extraviada 
todo el tiempo,  y aún a veces 
se me escapa por la orilla 
de las cosas. 

Tenía firme la piel y las caderas 
marcaban rutas insalvables, 
donde las autopistas se rompían 
en pedazos. 

Tenía la boca entreabierta 
a punto de pronunciar ‘esa’ palabra, 
y de recibir ‘ese ‘beso que me durase 
para siempre. 

Tenía diez soles en las manos 
capaces de levantar a los sin vida, 
de tumbar a los riscos con más altura 
y de dibujar el verso sin saber 
lo que era un poema. 







Nená de la Torriente