miércoles, 9 de octubre de 2013

-Cuento de otro miércoles-



Los miércoles son días de cuentos.  Me dijeron que porque nacen de las coles,  pero nunca les creí. Éste transcurre en el metro de Madrid, donde a diario transitan personas subiendo, bajando y recorriendo pasillos a veces interminables.
Bueno pues señores:
Hace algunos, pero no muchos años,  un ratón gris llamado García de profesión vendedor ambulante, se encontró en un rincón de las vías un cartón que contenía restos de una botellita de crece pelo.  Como el buen ratón no sabía leer –porque no suelen leer mucho,  dado que  sus ojos son cabezas de alfiler- se bebió el contenido pensando que sería un licor preciado,  y troceó el cartón para venderlo.
A los pocos días,  las dimensiones de García eran descomunales,  tanto es así que aquel pelo , que además de largo era fuerte,  rompió el techo de uno de los túneles más alejados del metro.
Al llegar la noche,  una estrella perdida sintió un vahído ante la inmensidad del firmamento,  con tal puntería que fue a caer en su desfallecimiento por aquel mismo agujero,  hasta llegar al profundo y oscuro metro.
Cuando despertó descubrió un hocico picudo que acababa en dos agujeros olisqueantes,  que no paraban de hacerle cosquillas:
¡Para,  para,  que me muero de risa!  Le dijo la estrella.
-Pero tú qué cosa eres tan luminosa?  Le preguntó el ratón
-¡Pues qué voy a ser! ¡Una estrella!  ¿Y tú,  animal peludo?
El ratón entristecido le contó su historia al astro,  y  le dijo que había bebido lo que no debía.  Ambos convinieron que el metro no era un buen lugar para ninguno de ellos,  se les quedaba chico,  debían salir a explorar el mundo.  La estrella a buscar un trampolín al cielo,  y el ratón,  un amor y un lugar a su medida,  pero  al menos ahora tenían con quien compartir su diferencia.




Nená de la Torriente