Vuelvo
a escuchar el chiflo
por
las calles de Madrid, y
la
voz jaranera del afilador.
Parece
que el tiempo no fuera
tan
viejo, ni nos hiciera grandes,
y
los pelones y las colonias dulzonas
vinieran
de nuevo a mi nariz.
Telas
que eran telas, pastillas de leche
de
burra -que ni burra, ni leche, sólo
azúcar -para el tripero de golosinas.
Sueña
la calle Segovia unos botines
semejantes
a éstos que llevo ahora,
veinte
años menos atrás,
con
los mismos dientes imperfectos
y
la misma carcajada,
con
un billete de tren en el gabán
y
siempre el equipaje exiguo.
Madrid
me muerde a trocitos
y
me dejo encantada,
le
devuelvo lo que la mordí yo a ella,
que
no fue poco, ni desapasionado.
Nená
de la Torriente