que
se bajen del lomo de mi mula.
Hay
demasiadas y nunca encuentro
la
apropiada para ti.
Quizá
debiera callarme
porque
no está en las voces
ni
en el verbo aristado, el perfilado
e
incisivo valor de tu mundo.
Juego
como una torpe malabarista
a
no romper palabras cuando las lanzo
y
las recupero, juego a amarlas
y
a extrañarlas, y a mirarlas desde lejos
lo
llenas que andan siempre.
Pero
no todo lo contienen ni lo abrazan,
ojala fuera así.
Cuando
la mañana entra
me
siento el ser más feliz por lo que veo,
el
mundo por delante y la sangre
calentándome
la piel;
Pero
la mujer más infeliz por lo que
no
sé decirme,
porque
el pulso me está contando cosas
que
el verbo no sabe dictarme,
y
una lágrima redonda y lenta se resbala
distraída
por la mejilla, aún más redonda
y
abatida.
Nená de la Torriente