¡No
te acerques!
Y éste sin dudarlo busco algo,
-lo que fuera- en ella.
El abeto ondulante susurró
al gorrión ‘No te vayas’,
y éste desplegó sus alas como
si se creyese un águila en
estampida.
Él
le dijo te amo y ella le correspondió,
pero la realidad daba miedo
y el sueño no.
La hoguera buscó el aguardiente, y
éste el conjuro,
pero los dioses, aquel día
-y todos los días-,
estaban demasiados borrachos.
-y todos los días-,
estaban demasiados borrachos.
Nená de la Torriente