mandándonos
cartas, y
una
y otra vez las ignoramos.
La
lluvia con su risa nervuda
nos
empapa por necios,
con
sus tormentas en manto
‘¡No
escucháis!’
Nos grita entre dientes de agua.
El
astro nos quema
las
pieles que nacieron pálidas
o
sólo tiernas, en despertares
tan poderosos.
Yo
no sé qué quiere decirnos
entre
tantas cartas,
pero
algo estaremos haciendo
que
le aqueja y nos envía misivas
con
su descontento;
aunque
sospecho que
desaprovechamos todo
lo que nos proporciona,
convirtiéndonos en unos infelices,
y
eso sí que debe resultarle
imperdonable.
imperdonable.
Nená de la Torriente