Te
presiento en el papel de la cocina,
y
con el índice te señalo
para
detenerte.
Por
el papel pintado cruzas
haciendo
formas de humo,
pero
te levanto un muro con la espalda
porque
quiero envolverte.
Cuando
en el metro estás dictándome
melodías
canallas, me las escribo
en
las piernas sin pensar que me miran.
Sé
que estás habitándome aunque tú
no
sé si sabes que eres un viajante, y
que
me vendes sólo tu producto a mí.
No
sé cuánto de lejos llega tu inconsciencia,
pero
en cambio, sí sé cuánto de cerca
alcanza
sobre ti mi sabiduría.
Nená de la Torriente