sábado, 19 de octubre de 2013



Todos como barcas,  con o sin remos, 
a la fuerza de un mar anónimo 
que un día mantuvo su nombre. 
El oleaje amigo detrás de la línea 
primera del horizonte. 








El hostil tras la segunda. 
La tormenta llega con la tercera, 
tal vez con la cuarta 
como una fiesta inesperada 
que te removerá las tablas del casco 
hasta rozar la palabra naufragio. 



El resto del tiempo,  plácida túnica 
de agua sin violencia, 
nos dejaremos llevar 
para después llamarnos cobardes: 


La eterna actitud del marinero 
de pies de arena. 






Nená de la Torriente