¿Cómo te enseñaría yo,
entre tanta cana?
Lo cerca que estás y siempre lo arruinas.
Un milímetro y se derrite el azúcar,
nombras el término inexacto
que pudre el azucarero de porcelana
y lo hace perol de hulla.
Quizá eso quieras,
el juego de las nadas
para bailar el débil músculo
que llevas en el pecho,
porque dices que dejó de latir un mayo
de cualquier año que no fue aquel.
Ahora sólo queda la exigencia
de esa vena que insufla nervio
al toro enamorado de la luna,
lo poco o mucho que pueda,
para sentirse vivo
como lo estuvo ayer.
Y es una lástima,
yo creo en ese débil latido
en el pecho,
que jamás dejó de sonar.
Pero yo,
yo no soy nadie, y tú lo sabes.
Nená
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