martes, 7 de febrero de 2012


Por lo menos 
nos queda ese tiempo 
sin prórrogas, 
yo con el lazo en el pelo 
tú con la raya marcada, 
oliendo a piel de mandarina  
y a herrumbre de columpios. 


Zapatos gastados, 
calcetines que resbalan, 
nada de brackets 
ni modernas tendencias. 
También aquel sabor 
en la boca, 
de caramelos que estallaban dentro 
-que ya no son como los de ahora-, 
que las horas no tenían prisa, 
y el gozo de saltarse los dos rombos 
siempre a escondidas. 
Y sobre todas las cosas,   
que la palabra futuro 
aún fuese una total desconocida. 





Nená

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