No todo iba a empezar
con un correteo de versos
de la mano,
tras salir del colegio,
ni después de varias cervezas
y una charla conexa que derivase
en extrañas orfandades.
Tampoco con un amor
que dejase prendido su olor
en las sábanas de mi cama,
ni con una herida abierta,
-no utilizaría el verso como hilo
para cerrar lo que no sé si debe cerrarse-
Empezó con la primera respuesta,
esa que no me gustó,
no sé si por lo simple,
o por su falta de total atractivo,
ilusión que sí encontré
buscando respuesta en el verso.
Si yo creía que la luna era un agujero
en la tela negra del cielo,
siempre había un mayor
que vendría a fastidiarme.
Si pensaba que el laurel vigilaba
los rosales,
alguien más sabio que yo
me diría que sólo les daba sombra.
Si sentía un escalofrío tras el beso
es que una parte del otro
había entrado en mí,
aunque siempre estaba
el amigo ‘números’,
para hablarme de química.
Es difícil entender que me guste
vivir con mis términos,
aunque entienda la realidad
en su propia escala.
Pero ya son demasiados años,
y estos modos no se me descosen,
son una lapa pegada a mi casco
a la que no sabría renunciar.
Nená
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