miércoles, 8 de febrero de 2012


No todo iba a empezar 
con un correteo de versos 
de la mano, 
tras salir del colegio, 
ni después de varias cervezas 
y una charla conexa que derivase 
en extrañas orfandades. 
Tampoco con un amor 
que dejase prendido su olor 
en las sábanas de mi cama, 
ni con una herida abierta, 
-no utilizaría el verso como hilo 
para cerrar lo que no sé si debe cerrarse- 

Empezó con la primera respuesta, 
esa que no me gustó, 
no sé si por lo simple, 
o por su falta de total atractivo, 
ilusión que sí encontré 
buscando respuesta en el verso. 

Si yo creía que la luna era un agujero 
en la tela negra del cielo, 
siempre había un mayor 
que vendría a fastidiarme. 
Si pensaba que el laurel vigilaba 
los rosales, 
alguien más sabio que yo 
me diría que sólo les daba sombra. 
Si sentía un escalofrío tras el beso 
es que una parte del otro 
había entrado en mí, 
aunque siempre estaba 
el amigo ‘números’, 
para hablarme de química. 

Es difícil entender que me guste 
vivir con mis términos, 
aunque entienda la realidad 
en su propia escala. 
Pero ya son demasiados años, 
y estos modos no se me descosen, 
son una lapa pegada a mi casco
a la que no sabría renunciar. 






Nená

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