La herida
es un vientre lleno
con vida propia.
Vuelve como vuelven las cosas,
que no se las llama.
Olvidas cómo fue el principio,
porqué manó la sangre
la primera vez,
y no quieres saber nada,
nunca quieres saber nada.
Sientes un dolor rabioso
en el mismo centro,
tan incomprensible como ridículo,
que te aparta de todos
por si pudiera hacerles daño.
No piensas ni indagas
por si descubres que la herida
viaja contigo desde mucho antes,
que es tuya,
que no fue infligida por alguien,
que cabe la posibilidad de que seas
su madre y su padre,
el error que engendró al error.
Y de ser así,
tú serías el endriago,
y los demás deberían estar muy lejos de ti.
Nená
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