lunes, 13 de febrero de 2012



La herida 
es un vientre lleno 
con vida propia. 
Vuelve como vuelven las cosas, 
que no se las llama. 
Olvidas cómo fue el principio, 
porqué manó la sangre 
la primera vez, 
y no quieres saber nada, 
nunca quieres saber nada. 




Sientes un dolor rabioso  
en el mismo centro, 
tan incomprensible como ridículo, 
que te aparta de todos 
por si pudiera hacerles daño. 
No piensas ni indagas 
por si descubres que la herida 
viaja contigo desde mucho antes, 
que es tuya, 
que no fue infligida por alguien, 
que cabe la posibilidad de que seas 
su madre y su padre, 
el error que engendró al error. 
Y de ser así, 
tú serías el endriago, 
y los demás deberían estar muy lejos de ti. 






Nená

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