martes, 14 de febrero de 2012

Pensemos en el amor, pero poco

“El amor o el mar,  qué bellos temas para hablar”
-No sé quien dijo esto,   pero no es mío-



Creo sinceramente que casi nadie se quiere,
sí,  ya sé que suena feo de suyo, pero eso creo.
Yo creo en el amor incondicional,  no en otro,  e incondicional hay poca cosa si nos ponemos a pensar.
¿Hasta dónde llega el amor?
¿Hasta donde me resulta incómodo?
No señor,  el amor eres tú y todo lo relativo a ti,  bueno,  regular, malo o malísimo.  Pero somos muy egoístas,  nadie quiere nada malo, eso no 'mola',  sólo está bien lo ‘guay’,  el tú me das lo que te pido y todos tan contentos,  -yo tan contento-.   Es una forma de intercambio muy sencilla,  me quedo con la guinda y te comes el bizcocho seco, como está mandado. 
Pues visto así,  eso ni es amor ni es una ‘ñorda’ así de grande, –del tamaño del pastel,  digo,  que le imagino proporcionado y generoso-.  Las parejas se confeccionan en función de las necesidades,  no en función del amor.  ¿Qué necesito?  Un tipo que me lleve a pasear,  Ok. Una mujer que me cuide, Ok.  Un hombre sólo para mí , Ok.  Pero eso  ¿qué cosa es?
Uno se compra un perro,  un perro listo,  y mima a su madre,  paseas con tu perro,  y vas a comer a casa de tu mami.  La incondicionalidad sólo la puede dar el amor de verdad, el que busca la felicidad del otro a toda costa,  no sólo uno,  ambos,  ese sentimiento casi pasado de moda –como lo es el comunismo-  por el que darías todo por alguien,  estarías a muerte por otro ser humano,  a partirte la cara si hiciera falta,  a las duras,  a las maduras, como si una cadena insalvable os uniera, nadie podría alterar esa unión,  trastocarla,  es un pacto,  quizá el pacto más  sagrado que existe.  Si el amor se fuera,  uno y otro,  de común acuerdo,  romperíais esa convivencia, porque ya no tendría sentido, pero seguiría la incondicionalidad,  por el enorme amor que hubo,  como existe con un hermano. 
Pero claro,  cada uno entiende el amor a su manera,  y si ya dijo Nietzsche que Dios había muerto,  ¿por qué no pudo morirse el amor hace siglos?





Nená

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