Siempre quise que alguien
me entendiera, ese amigo
al que contarle la cosa más bobalicona,
sin que mutara el gesto de ambos.
Hoy me asusta asustar a alguien,
poder poner patas arriba el mundo
con una frase,
en un segundo.
Nos hacemos mayores
y la fuerza se vuelve huidiza,
dejamos que se invirtiera
en lo que la vida fue requiriendo.
Me convertí en animal triste,
de esos que aún conservan la risa
con todos los dientes, y
sabe sonreír con cada memez que comete
-poco más-
Hoy es un sábado como otro sábado,
llueve y el índice se me escapa
para posarse en cualquier gota del cristal
y hacer con ella su recorrido.
Me sobra gripe
y sed.
No me gusta pensar en los luegos.
Nená
Este poema tuyo tiene, como otros muchos tuyos, mucho de narración introspectiva. Pero llegas al final y los tres últimos versos hacen de lo que yo llamo 'guillotina': con los que dan el verdadero corte al poema: resalta en este caso la angustia, resalta el presente.
ResponderEliminarCuidado, por otra parte, a qué llamamos bobalicón.
A eso me refiero, a no tener cuidado, porque el que me conociera tan bien, me 'sabría de sobra'. Las bobaliconadas, las tonteritucas, son sólo eso, pero supongo que suena lioso. El bobalicón es otra cosa.
ResponderEliminarNená