miércoles, 15 de febrero de 2012

-Hablando conmigo-

Llega un momento 
que la vida nos sorprende pocas veces, 
perdemos la capacidad de admiración, 
nos hacemos viejos. 
No creo que haya nada más irritante. 
Se puede vivir sin muchas cosas, 
palabra,  pero sin la sorpresa,  es difícil. 
Doy gracias cuando algo me sacude y 
dice:  ¡Ey! Mírame pava. 
Y realmente el labio inferior se me descuelga. 
Vaya eso si es placer 
y no el puñetero chocolate. 
El estremecimiento por lo bello 
es una experiencia incalculable, 
incontable,  incomparable, 
a la que hay que llegar a solas. 
Claro que hay muchas clases de placer. 
Y si se tienen ganas, practicarlas todas 
-no hacerlo sería casi un pecado- 
Pero el placer que digo,  es insuperable. 
Es un amanecer dentro de otro, 
que a su vez esta dentro de otro 
que vive dentro de ti. 
Son pequeñas explosiones en cadena 
que bombardean tus sentidos, 
y lloras, balbuceas, no escuchas, 
las piernas te tiemblan, 
te conviertes en un ser que no es, 
por un instante. 
Instante que vale la pena 
mil millones de veces. 





Nená 

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