Mi madrugada
no es distinta de la tuya,
abro un ojo, lo cierro,
hago otro intento,
saco la mano del edredón,
rápido vuelve
a la cálida madriguera.
Ya dentro
embozada hasta el pelo,
como Alejandro el Grande
en sus conquistas
levanto el edredón
como una semi guerrera,
y salgo deslizándome
desvanecida
-si no hiciera eso, jamás me afanaría-.
Mi mente la ocupa una palabra,
café, sólo esa,
y hasta que no he ingerido bien de ella
-para que luego digan
que las palabras no se toman-,
no soy persona humana,
más bien un autómata extraño
venido de una galaxia cualquiera.
Pronto veo la cafetera de otra manera
y me parece que sonríe, y
los cristales empañados,
son la vida
que ha estado llorando fuera
y su pena se ha guarecido dentro.
El móvil que suena,
es un imprudente
que hay que sofocar
como sea,
y lo extingo en el acto
con cierta maestría,
con el botón del No,
con precisión y firmeza.
El día comienza.
Nená
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