viernes, 3 de febrero de 2012





Mi madrugada 
no es distinta de la tuya, 
abro un ojo,  lo cierro, 
hago otro intento, 
saco la mano del edredón, 
rápido vuelve 
a la cálida madriguera. 




Ya dentro 
embozada hasta el pelo, 
como Alejandro el Grande 
en sus conquistas 
levanto el edredón 
como una semi guerrera, 
y salgo deslizándome 
desvanecida 
-si no hiciera eso,  jamás me afanaría-. 
Mi mente la ocupa una palabra, 
café,  sólo esa, 
y hasta que no he ingerido bien de ella 
-para que luego digan 
que las palabras no se toman-, 
no soy persona humana, 
más bien un autómata extraño 
venido de una galaxia cualquiera. 
Pronto veo la cafetera de otra manera 
y me parece que sonríe,  y 
los cristales empañados, 
son la vida 
que ha estado llorando fuera 
y su pena se ha guarecido dentro. 
El móvil que suena, 
es un imprudente 
que hay que sofocar 
como sea, 
y lo extingo en el acto 
con cierta maestría, 
con el botón del No,
con precisión y firmeza. 

El día comienza. 





Nená

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