Hoy te pondré
una capa roja
y una espada dorada.
Eres valiente,
no te tiembla el pulso,
sabes ocultar el azoramiento,
la turbación,
sacas la lengua a la mezquindad.
Hoy irás de príncipe,
sé que no te gusta,
pero este traje no lo has estrenado.
¿No querrás que pierda el color
entre el montón de recortables?
Prometo vestirme de sapo
o de cacerola rota,
si así te sientes mejor,
o si lo prefieres de queso gruyere.
Ya verás qué bien te ves
con tu capa principesca.
Las horas pasan tan,
tan deprisa.
Nená
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