sábado, 4 de febrero de 2012

Una artesa de tristeza entre mis labios, 
dos palabras, 
quizá alguna dormida. 
No pude seguirte por la angostura del camino, 
me distraía, 
siempre me distraigo; 
miraba a los lirios 
con sus ojos canos, 
y a la cascada en su enredo 
con voces secretas, 
y me obstinaba en descifrarlas 
con mis baldíos versos, 
indigentes en notas, 
ingenuos. 
Y tanto me sedujo el agua 
que me quedé sentada bajo el sauce, 
recordando un nombre, 
el mío,  tan extraño ayer 
como intruso, 
un capítulo perdido en un diario 
en el que sólo vivías tú. 






Nená

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