Una artesa de tristeza entre mis labios,
dos palabras,
quizá alguna dormida.
No pude seguirte por la angostura del camino,
me distraía,
miraba a los lirios
con sus ojos canos,
y a la cascada en su enredo
con voces secretas,
y me obstinaba en descifrarlas
con mis baldíos versos,
indigentes en notas,
ingenuos.
Y tanto me sedujo el agua
que me quedé sentada bajo el sauce,
recordando un nombre,
el mío, tan extraño ayer
como intruso,
un capítulo perdido en un diario
en el que sólo vivías tú.
Nená
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