La mujer de la gruta habló:
No guardan credo para mí
las palabras de amor
de hombre,
ligeras como plumas sueltas
y fugaces siempre.
Que donde dicen amor, dicen ámame,
y donde toma, dame,
que no buscan la luna con el beso
sino el refugio,
regresar al hogar de la puericia.
No soy dura cuando digo
que no saben de arrecifes
ni de aromas atados al cielo,
sólo de verbos aprendidos
por sus necesidades duras,
encadenadas a sus eternas carencias.
No soy hembra herida cuando les niego
que de su boca aprendo sus dolencias y
así les amo.
Que saben del amor por su capricho,
y no conocen la diferencia
entre amar a una mujer,
y estar enamorado del amor excelso.
Palabras de amor yermas
que se arriman a mis lindes con tibieza,
que del amor no saben que desconocen tanto
y creen en el amor como yo creo,
-con alocada vehemencia-
aunque ellos a menudo se equivocan.
Nená
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