Y en ese tacto diminuto
y en ese breve cerrar de ojos
estaba la vida,
la opulencia de tomarlo todo
desde lo más insignificante.
Ya no éramos dos
a contar estremecimientos,
ni tres para abordar un conflicto,
ni un centenar a congregar
en una sentada.
Vivir así nos respondía
con menor impaciencia
si nuestra urgencia se cubría de vértigo,
y sediciosa
si se nos arrimaba el deseo inconsciente
por el orden.
La vida,
con su juego apasionado y loco,
la vida,
con la gravedad
de su permanente migración.
Y quererse tanto…
Nená de la Torriente
Atendiendo a lo último que has escrito, yo diría, la vida y su permanente migración. Creo que acusamos mucho a la vida de gravedades y vítores. Y la vida es, en todo, neutra, reacciona y es porque sí, sin obligaciones. La vida no nos acabará jodiendo, Nená, nosotros mismos nos acabaremos jodiendo, como especie y como individualidades, y sin gravedad.
ResponderEliminarUn beso. Y que sepas que tu nueva orientación fotográfica me seduce más que tus dibujos.
Sabes que hay pendiente, al menos, un café.
Jolín qué les pasa a mis estupendisisisisimos dibujitos?
ResponderEliminarMuchos muas siempre, Manu.
Není