domingo, 14 de octubre de 2012





Si la sensibilidad se nos muere 
a tarascadas fieras, 
qué dirás en tus versos, 

¿qué los rododendros están en flor 
a la caída de la tarde 
y la luna sube descalza 
sobre su nave de viento
robando sus pétalos,
para adornar así su ocelos ciegos? 

Dí lo que quieras,  poeta, 
pero la sensibilidad se nos muere 
y una luna ciega y un rododendro 
no nos agitará la entraña. 
¿Dónde están las palabras que 
pronunciadas bajito sacuden la cerviz 
y recorren la columna 
como un gusano luminoso? 
¿Dónde el pulso que llama al pulso? 
¿En los complicados giros, 
en los términos oblicuos 
que colocas indiscriminados? 

Haz lo que quieras poeta, 
pero la sensibilidad se nos muere dentro. 


Nená de la Torriente