Soy
feliz
con
los pies desnudos
sobre
la acera.
Ahora
que sé que la felicidad
dura
un segundo.
Seré
feliz al rato, cuando vea
una
niña al paso mirándose en
un
cristal, creyéndose no ser vista.
Y
después, cuando caigan dos gotas
y
un payés o un hortelano sonría
por
sus hortalizas.
Soy
feliz ahora,
porque
me siento el pulso y
toco
mis labios y noto que aún
saben
plegarse en curvas.
Nená
de la Torriente