Conductas
ausentes de ojos volteados,
así
una, dos, en grupos, se agolpan
en
los bares entre el humo de cigarros
que
han robado el aire de sus sílabas.
Cuando
llego, como un gato, un pez,
una
roca o un ladrillo fuera de su sitio
me
digo:
‘Ojala
que no se den cuenta de que he llegado’.
Mi
aire está cargado de criaturas verdes,
de
sapos lilas, de aire gélido o ardiente,
de
celestes puntos infantiles y lunares de la Lola,
de
cualquier cosa que no tenga sentido
en
aquel sitio, y yo me doy cuenta,
no
sé si se dan cuenta,
pero
yo sonrío, sonrío como siempre,
de
extremo a extremo de la oreja.
Y
comparto una cerveza, dos cervezas,
todas
las que sean, pero no se alejan
ni
las criaturas verdes, ni los sapos lilas,
ni
el aire gélido o ardiente,
ni
los celestes puntos de infante,
ni
los lunares de gitanona del norte
y
yo me doy cuenta,
pero
ellos ya no se dan cuenta
porque
están muy, pero que muy beodos.
Nená de la
Torriente