Cóncava
la fe y dormida la esperanza,
convexa
la voluntad y la fibra.
Ellos
se han ido.
Estamos
solos sin dioses ni fragores,
el
cuento perdió las tapas y la purpurina.
Ahora
todo parece más pequeño,
dividido,
envilecido,
remoto,
ya
no somos niños.
Renuncio.
Dejo
esta saliva de adulto y esta arruga
de
intervalos.
Mis
anillos,
los
papeles,
pesadillas,
malquereres
y
regreso,
para
no volver.
Nená de la
Torriente