en
cascadas intermitentes,
cuando
detienes el paso y te das cuenta
de
esto o de aquello
que
andabas ignorando,
como
quien empuja objetos
para
cerrar un armario.
Si
fuera sorda o muda lo soportaría,
buscaría
el modo de hacer pedorretas insonoras,
cortes
de manga, o un mundo gestual a mi medida,
pero
si no pudiera ver me congelaría.
Sí, mi pulso se detendría.
Es
el color el que conecta realmente mis neuronas,
junto con el
aroma de las cosas.
Los
rostros, las muecas, el perfil de las montañas.
Ese
plomizo del cielo que hace que vomite el alma
y
sepa quien soy de veras,
y
estas manos que miro despacio y sus uñas largas.
Los
verdes rabiosos,
la
cara de mis cariños, del perruco Amo,
y
esos bellos gatos que me dan tanta alergia.
Esas
calles atestadas de miles de vidas, que presiento
tristes, agobiadas, alegres, enamoradas, nerviosas,
todos
esos ojos que no me ven que les miro.
Si
no pudiera ver me entumecería,
me
dejarían a oscuras con mi mala memoria.
Nená de la
Torriente