La
noche me vence con sus exigencias,
nunca
la entiendo bien.
Cuando
está callada hago el ángel
en
la cama y sonrío, pero se enoja.
Cuando
dicharachera ruedo, ruedo todo el tiempo,
y
no cierro los ojales de los ojos ni un segundo.
Miro
la mancha del mar
como
un espacio incompleto e intento imaginarme
un
cucharón de azúcar morena,
‘mañana
bajaré a por un poco para el café,
cuando
aún no se haya ido la luna’.
Todos
duermen y en su quietud he pensado
¿qué
estarán soñando? Ojala pudiera entrar
descalza
sin hacer ningún sonido,
y
pasearme por sus imágenes, hasta podría salvar
a
alguien de una situación de peligro,
¡eso
estaría bien, sí!
Yo
he dormido media hora, y he soñado
que
estabas conmigo, aquí, acurrucado,
nada más, descansando, un goce delicioso.
Nená de la
Torriente