Bebemos
de un caudal interminable,
nuestra
propia intimidad.
Nos
lo vamos contando todo,
unos
más bajito que otros, casi inaudible.
-Esos
son los que creen que no se cuentan cosas-
Lo
que vemos, cómo lo vemos, las cosas
o
cómo serán las cosas que aún no hemos visto
y que
huelen tan intensamente.
Qué
sentimos, qué no sentimos,
por
qué nos miran, por qué miramos,
hacia
dónde lo hacemos.
Qué
queremos,
qué
quieren de nosotros, qué esperan,
qué
nos importa.
Por
qué este sabor me produce una emoción,
por
qué este color.
Por
qué las personas pasan a mi lado y no reconozco
nada
en sus rostros, y una de cada mil
me resulta familiar, cálida.
Por
qué hay un momento en la vida que sentimos
hasta
por debajo de las uñas,
y
otros en los que somos incapaces de sentir.
El
caudal cae empujándonos en constante vértigo.
Crees
que llenando el tiempo hasta la debilidad
te
olvidarás de ti,
pero
no es así, te sigues hablando.
No
se puede huir de uno mismo.
Nená de la
Torriente