Demasiados
valles habitados por sonámbulos. 
Se
desempolvan los trebejos y se olvidan las hadas 
y
el hechizo de los cuentos. 
Ya
no se preguntan a quién deben escuchar,  ni a quién 
ceder
las voluntades. 
Duermen
y se niegan el derecho y el indulto a que les 
sorprenda
la vida,  son grandes,  no niños. 
No
desean batallas contra lo imposible, 
nada
va a voltear esa soledad tan suya. 
Yo
no pienso anudar mi valija como nena buena 
y
espero mi rueda en algún otro cielo. 
Conozco
de sobra esta celosía de razones maduras 
y
dejé de buscar compañeros de viaje 
-siempre
me timan- 
Cuando
regrese con historias os las cuento. 
Me
cedo mi voluntad por menos de un céntimo, 
la
dejo en las mejores manos. 
Nená de la
Torriente
