Bajo
el mismo cielo y sobre el mismo asfalto,
usando
una lengua común
sin
hablarnos.
Me
cruzo, te acercas, él se aparta, todos como un ovillo
de
cabos sueltos, hilos de grosores distintos
que
no casan, que no sirven para zurcir ni un calcetín.
Esa
hermosa amalgama de colorido que viaja en el bús,
en
el metro, cruzando cebras pintadas, jardines,
plazas, intercambiando risas en las mesas de las aceras
es
un fraude de intenciones,
nadie
se detiene en nadie, sólo pasaba por allí.
Somos
un rato, dentro de un rato de otro,
o
míralo al revés si más te gusta.
Y
es un fraude porque lo llamamos amistad, amor,
relaciones
sinceras, y no tienen nada que ver.
Dime
¿quién de verdad se detiene en alguien,
se
pone en su piel, carga con su cruz, ve lo que siente,
mete
las manos en su vientre, le comprende,
saca
a la luz su luz, le permite mirarse
y
le devuelve de nuevo?
No
existen los verdaderos encuentros,
sólo
palabras, palabras.
Nená de la
Torriente