martes, 23 de octubre de 2012




Bajo el mismo cielo y sobre el mismo asfalto, 
usando una lengua común 
sin hablarnos.  

Me cruzo,  te acercas,  él se aparta,  todos como un ovillo
de cabos sueltos,  hilos de grosores distintos 
que no casan,  que no sirven para zurcir ni un calcetín. 

Esa hermosa amalgama de colorido que viaja en el bús, 
en el metro,  cruzando cebras pintadas,  jardines, 
plazas,  intercambiando risas en las mesas de las aceras 
es un fraude de intenciones, 
nadie se detiene en nadie,  sólo pasaba por allí. 

Somos un rato,  dentro de un rato de otro, 
o míralo al revés si más te gusta. 

Y es un fraude porque lo llamamos amistad,  amor, 
relaciones sinceras,  y no tienen nada que ver. 
Dime ¿quién de verdad se detiene en alguien, 
se pone en su piel,  carga con su cruz,  ve lo que siente, 
mete las manos en su vientre,  le comprende, 
saca a la luz su luz,  le permite mirarse 
y le devuelve de nuevo? 

No existen los verdaderos encuentros, 
sólo palabras,  palabras. 




Nená de la Torriente