Todos
nos hemos sentido sólo de piel
sujetos
al palo de un llaüt.
Pescadores
sin redes en medio
de
un mar que no era nuestro, solos,
con
instinto, pero sin tierra donde hacer fuego,
impotentes
ante tanto océano alrededor.
Y
somos eso, piel en medio de un océano,
solitarios
sin herramientas,
empezando
siempre de cero.
Unos
se hacen al mar,
otros
buscan el modo de llegar a la costa
y
fabrican, se relacionan y abandonan
el
lenguaje con los peces.
Algunos
alternan los dos mundos
con
la naturalidad del día y la noche
en una evolución casi perfecta.
Pero
la mayoría se olvidan que son piel
y
que están solos,
al
encontrarse con otros, al fabricar, al componer,
se coronan de un vestido distinto
que
les quita la sensación de desnudez,
presienten
que puede ir más allá del bien,
de
lo que no está tan bien,
del
mismo mar y de la costa.
Nená de la
Torriente