Estoy
aquí, escribiendo
una
solución imposible,
como
una oración sin fe
o
un beso fingido en los labios,
o
ese abrazo que nunca llega
y
se burla de tus brazos.
Supongo
que todos somos
muñecos
rotos, porque en algún
momento,
quisimos
ser muñecos
-y
además perfectos-.
Absurdo, porque un muñeco
es
un muñeco,
aquí
y en Varsovia,
limitado
e insensible.
Cuando
aprendes a mirar las cosas
como
las cosas te miran a ti,
sin
ojos, el tiempo no pasa,
y
tú pasas sin él
a
la velocidad que quieres,
por
eso es tan complicado
ir
al ritmo de los otros,
porque
las formas y la costumbre
desaparecen,
sólo sirve la palabra de uno
y
el verdadero interés.
Nená de la Torriente