lunes, 15 de octubre de 2012




Si dejas de correr se escucha, 
se percibe tu propia voz por dentro. 







Nos crece el pelo,  las uñas vertiginosamente, 
pero el juicio va lento, 
porque ignoramos su voz, 
no charlamos con ella de nada que no sea 
trivial,  un motivo de agenda. 

Es cómodo,  la rutina no hace preguntas molestas. 
Lumbreras de lo cotidiano, 
hombres prácticos por excelencia. 
¿Acaso robot? 
En cierto modo. 
1,  2,  23,  cada día los mismos 
hábitos,  con pequeñas variaciones 
en la repetición. 
No neguemos que da una cierta estabilidad 
incluso emocional
¡Envuélvame un Cero,  por favor,  que me lo llevo! 

Pero ¿qué te queda de esa vida que sorprende, 
que te muerde la pantorrilla, 
que te enloquece,  que fascina, 
que te despierta sonriendo, 
en la que un día es un millón de jornadas, 
la que nunca se envuelve 
y te trasporta a millones de vidas 
en un instante sin un planning organizado 
sin horario de vuelta? 
Es que eso ¿no te seduce nada? 

Tal vez a muchos no. 




Nená de la Torriente