A
veces soy tan inexplicablemente feliz
que
me da la risa,
porque
no es cuestión de motivos
-no
puedo pensar, ya que dejaría de serlo-,
sino
del impacto de una nada vital y agresiva
que
no importa lo que dure.
Puede
ser el olor de una planta,
el
roto de una nube sobre mi cabeza,
las
risas de una pareja en un banco,
los
rayos de sol partiendo un cielo negro,
una
sonrisa inesperada.
Alguno
en su racionalidad métrica
podrá
pensar en tornillos sueltos,
en
un mecanismo defectuoso,
en una posible bipolaridad.
Yo
les digo que sigan pensando,
que
permaneceré desafiando a las horas
y
cuando sienta, y sienta así
seguiré
suspendiendo la sensatez.
Nená de la Torriente