Una
mujer sueña con un milagro.
Sueña
con esa verdad que la mire de frente.
¿Por
qué renunciar a ese milagro?
¿Por
qué no existen?
¿Por
qué en su camino jamás encontró ninguno?
¿Por
qué la ley de probabilidades
le
grita que perdería inevitablemente?
Una
mujer no renuncia a su milagro,
porque
al hacerlo estaría renunciando
a
muchas otras cosas,
a poder capturar un rayo
con
la palma de su mano,
a creer en la poesía,
a
la inocencia más plena,
a
su libertad,
a
morir creyendo,
a
llorar por un motivo,
a
sonreír por veinte,
a
seguir siendo como es ella,
una
mujer que cree en los milagros.
¿A
caso tú renunciarías por un poco más de lógica,
menos
sorpresa, menos ilusión, menos inocencia,
y
esa pizca salvaje que te hace hembra-niña?
Nená de la
Torriente