Viértete
sobre mí como el vino
alegre
y festejado,
deja
los huesos fuera
y
ese pellejo tirante que ha de
molificarse.
No
somos más que eternidades
en
instantes, succionadas
por
la diminuta trompa de una mosca.
¡No
esperes!
Mírame
a los ojos sin miedo
y
entra dentro de ellos,
averíguame
entre las manchas del iris,
quédate
ahí ese momento
¡que
digan miau!
que
yo te dejaré que te cueles por mis ojos
y
que invadas mis secretos
¿secretos?
silencios
entre gritos tan bien guardados
que
sólo los entenderás tú.
Viértete
sobre mí ser humano, y sonríe,
que
vamos a salir de aquí algún día lejano
o
no tan lejano,
pero
hoy te aseguro que no.
Nená de la
Torriente