lunes, 8 de octubre de 2012


No me queda ni la palabra 
porque no es mía, 
y no me asusta, 
porque no sé ni si eso importa. 
Me quedan alguna que otra mañana imaginando 
que despierto por un motivo, 
y esos tibios rayos de sol 
acariciando mi rostro. 


También me quedan esas densas nubes grises 
que amenazan tormenta 
que amo en todas sus curvas, 
y una vieja bici, 
con la que ya no me distraigo, 
y el sabor único de la tortilla de patatas 
con cebolla. 
Me quedan mis echadas de cartas 
que me hacen reír hasta lo indecible, 
tamaña chorrada que acierta, 
y la ilusión de que alguna vez 
los gatos no me den alergia, 
al menos los perros,  que adoro, 
los puedo mordisquear a gusto. 
Me queda esta voz de telefonista 
que sabe Dios de quien heredé y cómo, 
y esta risa que se precipita 
cuando le da la gana 
y donde le da la gana, 
cosa políticamente incorrecta. 
  



Nená de la Torriente