Cuando
me vaya
no
pienso despedirme.
No
lo hace el árbol cuando se seca
ni
los juncos cuando al amanecer
los
ha abatido el viento.
Cansa
seguir batiendo el aire
con
un aliento que ya no parece tuyo.
Hay
millones de piezas que se ordenan
dentro
de un mundo desordenado,
otras tantas, nunca encajan
ni en el orden, ni en el caos.
Lejos
de buscar su silla asumen la singularidad
de
verse solos y de que no los entienda
en el fondo ni Rita.
Es
sencillo claudicar y cambiarse el olor corporal
y
ser uno más de boca a boca,
de
esos que van cuadriculando círculos,
pero
el precio que pagas no te compensa,
ser
un preso dentro del paraíso
es
demasiado doloroso para el que sabe discernir.
A la larga acaba secándote la vena y la risa
hasta
te preguntarás si conociste
alguna
vez la verdadera ternura.
Cuando
me vaya no pienso despedirme,
pero
sospecho que eso sólo lo sabes tú.
Nená de la Torriente