domingo, 28 de octubre de 2012



Inauguro mi nombre de entre 
todos los nombres 
como un nombre desnudo.
No vuelvo a vestirlo en otoño 
de sus fórmulas melancólicas 
ni me dejo llevar por su apellido 
ocre. 
Siempre me gustó el otoño. 
Su claro encuentro entre el 
color y el no colorido 
es un rellano,  un remanso,  el 
sofá perfecto para echarse una manta 
y pronunciar las perfectas palabras, 
'no estoy'. 
Y la casa oliendo a café y a bizcocho 
de nata, 
y a murmullos de tuberías. 




Nená de la Torriente