aunque
sigas oliendo a canela
y
debajo de las hojas a húmedo,
pero
la rabia huele mucho más.
Cierra
los ojos, cierro los ojos,
un
segundo, dos segundos, mi derecho,
tu
derecho, quién me niega la nostalgia
de
la nada, del vacío de mancha,
de
la pureza de un mundo que no existe,
que
no ha existido nunca.
Vamos
a tener que llorar cada pérdida
eternamente, hasta que el último pájaro caiga.
No.
No
me reduciré para construir desde
lo
pútrido, para vestirme de negro,
coger
un fusil y seguir retrocediendo.
¿Acaso
se corrige un mal con otro?
No
hemos aprendido nada.
Nená de
la Torriente