Sabe
mi tercera taza de café
todo
lo que me duele y todo
lo
que me da bien.
Lo
sabe desde que tropieza
con
mis labios.
Las
tazas de café son muy sabias,
llevan
siglos hablando con nosotros
bajito, en un diálogo secreto.
Muchos
piensan que sólo escuchan,
porque
bien es cierto que por necesidades
lógicas
uno se calla y piensa,
y
el café baja caliente
mientras
las sostenemos,
pero
no es así:
Ellas
también hablan.
Nená de la Torriente